En Villa Urquiza se camina mucho, más si estás lejos de Triunvirato. Las líneas de colectivos apenas atraviesan las calles del barrio: las avenidas son su lejano hábitat. Las cuadras nunca terminan y para mí que tienen más de 100 metros . De alguna manera, en esas longitudes de campo pervive el loteo de antaño, cuando las quintas y “la Siberia” y la estación que se podia ver desde Republiquetas formaban un conglomerado rural difícil de imaginar hoy.
El radicalismo nunca perdía elecciones en las circunscripciones zonales y por eso Republiquetas devino Crisólogo Larralde en mi infancia alfonsinista, mientras el escudito argentino con las iniciales “RA” se decoloraba con el lento accionar del sol que pegaba fuerte a la tarde sobre la ventana de mi habitación. Avenida del Tejar tuvo su nuevo bautismo bajo la intendencia delarruista y pasó a llamarse Avenida Ricardo Balbín. Ahora, si venís en el 41, a la altura de Mariano Acha y Quesada podés ver cómo uno de los comités radicales más importantes debió cambiar su nombre y poner un cartel que dice algo así como “centro vecinal de estudios históricos y políticos”. Claro, no pueden decir: laburamos para Ibarra, para Telerman y para quien nos dé más puestitos en las grises oficinas de Avenida de Mayo o algún CGP.
Se camina tanto en Villa Urquiza que si viviera ahí todavía, hace rato me hubiese agenciado un reproductor de mp3. Gastaba velozmente las pilas del walkman y a veces de un discman sin
antishock, por lo cual debía mantener un secreto equilibrio entre las baldosas rotas para que la música no se entrecorte. Es que en cada cuadra se construye, como mímimo, un edificio o una torre. Las veredas son un depósito al aire libre de toneladas de arena, volquetes y canto rodado. Tiran abajo centenarias casonas para levantar unos tímidos dúplex de color cremita con garage a la vista, o un mercadito ya fundido para erigir un edificio de 6 pisos con la dirección en enormes números de acero sobre la puerta. Se camina tanto que conviene disponer de una bicicleta o directamente un auto. O mudarse. Los que no pueden pagar un Belgrano, Palermo o Vicente López están llegando desde hace mucho, y para quedarse. Me fui en el momento justo.