Polémica en el fútbol y en el bar
Los dueños de los bares se vieron forzados a instalar televisores en sus establecimientos. Eso sí, arriba, bien arriba, hasta que los parroquianos mueran de tortícolis. Bien arriba y casi escondido en un rincón para que a ningún peatón se le ocurra mirar el partido desde afuera y sin pagar siquiera un mísero café. Algunos, previsores, ponen carteles en la puerta del estilo: "Fútbol en vivo, consumición mínima $5". Otros amedrentan al cliente a través de las amables palabras que esgrimen los mozos como bienvenida, nada de "¿qué desea?" o "dígame, señor" o aunque sea "hola", si no: "No hay cafetería". Claro, con un cafecito que sale dos mangos uno aguanta los 90 minutos más el entretiempo. Para colmo, en los clásicos se puede poner feo. Los goles se gritan de tal manera que las viejas bebedoras de té deben taparse los oídos y maldecir bajito.