Transporte público de misivas
Dos peruanos se suben al colectivo con toneladas de cartas en bolsos y changuitos. Taponan el pasillo con su carga mientras se sientan y sacan planillas de sus mochilas para llenar durante el viaje. El logo de Fast Mail - Correo Privado los identifica como carteros, aunque lo de "fast" me parece que está de más: a la altura de Forest y Alvarez Thomas, una camioneta de DHL nos primerea en el semáforo casi en rojo y desaparece por Elcano. Los peruanos, compenetrados en su labor administrativa ambulatoria y con las cabezas gachas, ignoraron la breve confrontación con el correo internacional, hegemónico y demagógico.
Llegamos al fin del recorrido. El 65 se detiene en Barrancas de Belgrano y me bajo primero, por la puerta delantera. Antes de agarrar por Juramento me doy vuelta. Todos los pasajeros ya habían descendido, menos el equipo de Fast Mail, que aún luchaba con su excesivo equipaje. El chofer, deseoso de salir raudamente a efectuar el camino de vuelta, les hacía señas para que apuren. No entendió que los tiempos de Fast Mail son inescrutables y que las cartas, de todos modos, llegan a destino.
Llegamos al fin del recorrido. El 65 se detiene en Barrancas de Belgrano y me bajo primero, por la puerta delantera. Antes de agarrar por Juramento me doy vuelta. Todos los pasajeros ya habían descendido, menos el equipo de Fast Mail, que aún luchaba con su excesivo equipaje. El chofer, deseoso de salir raudamente a efectuar el camino de vuelta, les hacía señas para que apuren. No entendió que los tiempos de Fast Mail son inescrutables y que las cartas, de todos modos, llegan a destino.