
La primera reacción (más bien la única, me sentía en coma) que tuve tras el último penal atajado por Lehmann fue la de arrancar una hoja de un cuaderno ajeno y escribir, casi en trance: Ustari; Coloccini, Gonzalo Rodriguez, Milito; Zabaleta, Mascherano, Gago, Maxi Rodriguez; Agüero, Tevez y Messi. Reconozco que no pude, igualmente, conjurar el dolor de esa pequeña (e indeleble) muerte futbolística: la de estos dos chicos nacidos en el club de Maradona y ninguneados en la gestión de Marcelo Bielsa. Simpre creí que Cambiasso se iba a comer el mundo apenas le diesen una chance, que Riquelme iba a iluminar los corazones de los hinchas propios y ajenos, que juntos cerrarían un ciclo victorioso y brillante que comenzó en Parque, alcanzó su punto máximo al levantar la copa en Malasia 1997 y se derrumbó, injustamente, hace algunas horas en Berlín. No me conformo con los 25 toques. Que se detenga el tiempo y que Román sonría, que el Cuchu deje de llorar. Que se elimine el sistema aburrido y ridículo de los penales. Que Argentina salga campeón.
    
				
					
						Escrito el domingo, julio 02, 2006 a las 1:28 a. m..
									
       
        
							
		
						
						
						
					
				
	
	
              
           
           
			 
		
Con Abondancieri al arco, otra habría sido la historia.
por
 Nicolás Mavrakis, a las
        3:46 a. m.
        
Seguramente, la suerte que acompaña a todos los militantes de la bosta siempre funciona.
por
 Suarez, a las
        4:37 p. m.
        
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por
 Suarez, a las
        4:37 p. m.
        
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