¿Tenés una birome?
Los ladrones de biromes están complotados tácitamente. Saben que su delito no los puede mandar en cana ni mucho menos, por lo tanto piden prestado, anotan un teléfono y se van, con la garantía de la impunidad a cuestas. En la oficina circula una suerte de ideal "comunitario" que crea la falsa ilusión de un compartimiento de bienes, por más que uno haya invertido un buen rato seleccionando el mejor trazo y el mejor precio de una lapicera. Pero los distraídos (le podríamos echar la culpa a la sociedad, que nos enseña a apropiarnos de todo lo que sea posible) quiebran este ridículo "socialismo" y guardan en estos objetos en sus bolsos y carteras. Quién puede negar que, a partir de ese momento, el elemento en cuestión no les pertenece. El mero hecho de tener los legitima. Mientras, el sufrido ex-poseedor consigue asiento en el colectivo - lo espera una hora de viaje, lectura y escritura-, revisa todos los recovecos de la mochila y se jura a sí mismo, silenciosamente, nunca más prestar la birome.