Chuchos de hidrobronz
Un escalofrío me atraviesa de pies a cabeza para señalar el arribo de una nueva enfermedad. Vuelvo a creer que la somatización existe: un día donde me anuncian que debo abonar la suma de $ 600 cuando hay sólo 2 (dos) pesos en mi billetera tenía que terminar así, con mi cuerpo temblando de fiebre, gripe y todo el pack. El paracetamol ingerido ríe a carcajadas entre las paredes estomacales. El plomero (hombre de confianza de mi vecino, por lo tanto, un estafador que se aprovecha de los pelotudos que no saben absolutamente nada de arreglos caseros) también se está riendo en este momento, seguro. Una historia característica, timbrazos desesperados de "Gustavo", que le llueve el techo del baño, que ya mismo venga un plomero, y mi silencio regado con alguna que otra evasiva como toda respuesta. A través del teléfono me voy enterando desde la mañana, lejos del hogar, la sucesión de los hechos. En el momento en que tomo conciencia de la carga negativa que sobrellevo últimamente (una semana de vómitos y diarrea de Alina, mi esposa que pierde su empleo, el mes de Independiente sin conocer la victoria, los presupuestos de un plomero), en ese instante exacto, me derrumbo sobre el escritorio de la oficina. Que me devoren las bacterias de este virus.
You can fight back...
Alina se repondrá y usted también. Lo del nuevo empleo para su esposa no sé qué decirle, y los plomeros son unos hijos de puta, tengo historias acerca de ellos, es un clásico que la literatura no debería ignorar, quizás debería respirarle en la cara?...
Saludos!
por Vera Finkelstein, a las 12:20 p. m.
Bueno, Vera, tres días sin contacto con teclados, pantallas o televisores me han repuesto favorablemente. El único problema pendiente sigue siendo el del plomero. Propongo, ya desterrado para siempre el servicio militar, al go así como un "servicio de plomería", donde todos los ciudadanos encuentren la oportunidad de conocer los secretos de ese oficio. A ver qué presupuestos nos dibujan después, eh...
por Suarez, a las 6:40 p. m.
Diego: feliz cumpleaños.
En mi casa se agujereó un caño de una pulgada y rompieron 14 ceramicos de 30x20 cm.
¿No existen ya las escuelas técnicas para esas cosas?. Yo fui a una hasta donde pude soportarlo. Si fuesen obligatorias, creo que (por mi incuestionable inutilidad para desarrollar trabajos manuales con cierta prolijidad) me habría convertido en el primer caso carrazco de los mecánicos rurales. Un abrazo. Que andes bien. Chau.
por nahuel, a las 9:41 p. m.
Gracias... Sí, yo hablo mucho pero seguro que me hubiese convertido en desertor.
por Suarez, a las 1:47 p. m.
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