<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d17145121\x26blogName\x3dLos+escombros\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://losescombros.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://losescombros.blogspot.com/\x26vt\x3d8722664464948848394', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

Los escombros

es el blog de Diego Suarez: los límites desdibujados entre lo público y lo privado

Por qué y para qué

¿Por qué, para qué, cómo escribir un blog? Esa múltiple pregunta me le hago todos los días en algún momento libre, sea en el pasillo del colectivo, el baño del trabajo o la escalera del departamento. Este cuestionamiento sostiene cada nueva entrada de Los escombros: un espacio de experimentación donde, ya desde el título, resulta imposible establecer una linealidad del sentido. Empezó como casi todos los blogs, como un diario íntimo y público a la vez, y como un depósito de obras inconclusas, a veces inmaduras, y casi siempre fragmentarias. Por eso estuvo a punto de llamarse "El volquete" o, en todo caso, "El container". Hoy, y como si se tratase de una falsa evolución, o del característico ensayo y error, se convirtió en otra cosa. En un catálogo de obsesiones.
El diario íntimo de Hello Kitty parecía inviolable, con su candado de origen chino, y su llave con forma de corazón. Pero, por supuesto, la producción en serie de esas llaves afectaba seriamente a esos celosos secretos que descansaban garabateados sobre esas hojas colorinches. Todos los diarios se abrían con la misma llave, hasta con un alambre. El blog ni siquiera necesita la fantasía del secreto. Porque, pronto, será tan natural escribir un blog como abrir una casilla de mail o llevar un celular en la mochila, o colgado del cinturón. Nadie nos preguntará para qué, por qué ni cómo. O, por el contrario, su destino se asimilará al de los tamagotchi, mascotas virtuales que hace rato dejaron de ser alimentadas por sus dueños. Y aunque querramos decirlo todo y reinventar las relaciones sociales, el periodismo, la confesión, la literatura y la escritura en sí a través de la tecnología, siempre volveremos a fijar la mirada entre los fracasos, entre lo inutilizable, entre los desechos, es decir, entre los escombros.