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Los escombros

es el blog de Diego Suarez: los límites desdibujados entre lo público y lo privado

Parque Centenario

Un mecánico camina por la calle (más bien pasaje) Panamá mientras silba la melodía de su ringtone. Asumiendo el riesgo de equivocarme, me parece que se trata del "1812 Overture" que viene en casi todos los Motorola. Los dos enfilamos hacia el parque, vamos a la par, y sospecho algo: está esperando un llamado y por lo tanto acude a Tchaikovski, como si fuese un rito, para que suene de una vez ese celular y la estridencia del ringtone se pliegue, sincronizadamente, a la pesadez de su silbido premonitorio. Pero no. Dobla en Río de Janeiro y me deja sin un final para esta historia.
Todos los días dejo a Alina en el jardín para luego tomarme, en las adyadencias del parque, el 65, o en su defecto, el 15. A veces me sobran unos minutos para sentarme en algún banco mugroso. Si no me acosan los perros (advierto: Parque Centenario está, casi oficialmente, tomado por esta especie superior, ante la mirada laissez faire de los paseadores a los que les chupa un huevo si cagan, mean o se tiran encima de un circunstancial estúpido como yo), si al empleado tercerizado de limpieza no se le ocurre utilizar su pinchapapeles a escasos centímetros de mis pies, si los mosquitos deciden no abandonar su hábitat natural que es la fuente central, si los homeless no dejan recuerdos olfativos de sus estadías nocturnas, entonces sí, ahí puedo leer algunas páginas de algún libro. Luego el colectivo, la jornada laboral, y la desdicha cotidiana.