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Los escombros

es el blog de Diego Suarez: los límites desdibujados entre lo público y lo privado

La feria

El parque Los Andes, a mitad de camino entre Chacarita y Villa Crespo, sintetiza la inoperancia del gobierno de la ciudad. Enrejado y remodelado, sus nuevas puertas llevan meses sin abrirse cuando el 90% ya se encuentra listo para recorrer. El gran diario argentino (que desde la gestión de De la Rúa funciona como folletería municipal) anunció en enero la finalización de las obras y la consecuente apertura para mayo de este año, pero parece que se retrasaron un poquito. El único espacio disponible para pasear, entonces, es el de las veredas. Veredas apropiadas por los feriantes de fin de semana, un pedazo de La Salada pero en Dorrego y Corrientes.
Cada costado de la feria tiene su especialidad. La línea de puestos que descansa sobre la calle Guzmán es casi una feria americana, pero de las más feas y sucias. Blusas brillosas con hombreras, camperas de cuero desgastado, jeans agujerados e inutilizables: casi un basurero de más de una cuadra de largo. Sobre Dorrego se expande el ala intelectual: revistas Goles de la década del '60, cassettes grabados de Juan Ramón, compacts sin cajita y VHS remanentes de algún video club fundido. Por dos pesos compré Medio mundo entre un zapato de Germán Arciniegas, seguro de que la vendedora ni enterada estaba de lo díficil que es conseguir ese libro. Pero la oferta más sorprendente la encontré sobre Dorrego, en un puesto de mates y bombillas. Sobre el mostrador se apilaban varias bolsas de shopping, las típicas de cartón brilloso, duras, con manija de tela. Me acerqué y pregunté por ellas, una señora me respondíó: "están a dos pesos las más grandes y a 1,50 las medianas". Me costó entender que si alguien no puede pagar un jean en Cuesta blanca o zapatos en Ricky Sarkany, se compra por lo menos la bolsita del local...
Enfrente está el outlet de Nike, pero las gorritas y los buzos de la feria incluyen la misma pipa bordada y valen casi la mitad. La gente va y viene entre los puestos como hormigas atrapadas, impedidas de caminar sobre el espacio público enrejado. Me quiero ir yo también, pero en el apuro pateo una lámpara antigua apoyada en una caja y casi en el medio del camino. Me tengo que pelear y discutir con el puestero. Por suerte no se rompió nada, pero ¿quién podría comprar esa cosa? Nadie. La feria del parque Los Andes es un vacío ocupado por mercancías que ni siquiera lo son.