<body><script type="text/javascript"> function setAttributeOnload(object, attribute, val) { if(window.addEventListener) { window.addEventListener('load', function(){ object[attribute] = val; }, false); } else { window.attachEvent('onload', function(){ object[attribute] = val; }); } } </script> <div id="navbar-iframe-container"></div> <script type="text/javascript" src="https://apis.google.com/js/platform.js"></script> <script type="text/javascript"> gapi.load("gapi.iframes:gapi.iframes.style.bubble", function() { if (gapi.iframes && gapi.iframes.getContext) { gapi.iframes.getContext().openChild({ url: 'https://www.blogger.com/navbar.g?targetBlogID\x3d17145121\x26blogName\x3dLos+escombros\x26publishMode\x3dPUBLISH_MODE_BLOGSPOT\x26navbarType\x3dBLUE\x26layoutType\x3dCLASSIC\x26searchRoot\x3dhttps://losescombros.blogspot.com/search\x26blogLocale\x3des\x26v\x3d2\x26homepageUrl\x3dhttp://losescombros.blogspot.com/\x26vt\x3d8722664464948848394', where: document.getElementById("navbar-iframe-container"), id: "navbar-iframe" }); } }); </script>

Los escombros

es el blog de Diego Suarez: los límites desdibujados entre lo público y lo privado

Mis dificultades psicomotrices en el verde césped

Descanso en las entrañas de un complejo de canchas de fútbol 5. Me siento un extranjero: los infantes de escuela primaria que revolotean por los pasillos, con la ansiedad característica de su edad a cuestas, encarnan la antítesis de mi voluntad. Quizás ese mismo entusiasmo que exudan sea traducible, en mi caso, a la excitación que en mí sobreviene cada vez que piso una biblioteca (aunque hace tantos meses que no entro a una)...
Llevo casi un año sin "jugar" al fútbol. En rigor, mi tarea en el field se limita sólo a hacer presencia, arrastrar marcas, sacar laterales y rechazar balones -incluso cuando no hay riesgo alguno. Mis compañeros empiezan a pelotear. Me acerco tímidamente y el primer contacto con la pelota me deja el pie doliendo. Poco va a faltar para quedarme sin aire y así sufrir hasta la finalización del match.
"Cada vez que tenías la pelota parecía que no sabías qué hacer", fue una de las observaciones más sagaces que brindó uno de los oponentes. Inclusive notó algo que ocurre desde la primera vez que toqué un esférico: los jugadores del equipo para el que juego evitan pasarme el balón, paulatinamente, a medida que van conociendo mi estilo futbolístico. Por lo tanto, no me queda más que enterrar mi débil pulsión de futbolista aficionado. Que el talento físico me ignore, tengo demasiado por leer todavía.