¿Por qué necesito tanto el contacto con el teclado? Mis crisis no se superan tras una caminata ni después de una sesión psicoanalítica. No soy Baudelaire. No soy un porteño de clase media psi. El teclado me hace creer que tuerzo mi destino. Escritura automática en un word, garabateo electrónico inconducente en archivos que nunca vuelven a abrirse. Se pasa de la escritura a la lectura cuando se seca la garganta de la conciencia. Se vuelve al teclado cuando se nubla la vista sobre el papel. La pantalla hipnotiza e incentiva el tiki tiki tiki de los dedos sobre las teclas. Pienso en Deleuze, con lo que me cuesta pensar. El espejismo se completa con la flechita sobre el botón "publicar entrada".
Cuando invitás a Tomás Abraham al piso de un programa de televisión que sale en vivo los sábados a la noche por uno de los dos canales de aire más vistos, sabés que te va a cuestionar tus contenidos. TVR ya jugó esta carta cuando sentó en el sillón a José Pablo Feinmann para que aniquile a la tele y al programa mismo. Vieja, viejísima estrategia: la televisión siempre necesita un enemigo para subsistir. Mucho más un programa de archivo, sustentable sólo a través de peleas, sean éstas protagonizadas por grandes estrellas o desconocidos totales. De todos modos, me divierte la ingenuidad (¿impostada?) de Abraham cuando reclama contenidos educativos. El prime time sabatino es un espacio refractario a la inteligencia y a las buenas intenciones. Un espacio donde los tapes se levantan si miden dos puntos menos de lo esperado, privándole a la audiencia conocer el final de un informe, volviendo ridículas las llegadas tardías a casa por quedarse a editar de más. El F5 del minuto a minuto obnubila toda moral. Es una suerte que Abraham no lo sepa.
Siempre me imantó la figura de Agnetha. Los cassettes de ABBA que escuchaba en la infancia incluían tapas donde su cara se destacaba por más chica que fuese la foto. El registro agudo de su voz es la marca pop que todos recordamos del grupo sueco. Agnetha rara vez parece disfrutar de su estrellato. Los prematuros videos de los 70 la muestran linda aunque acongojada, maquillada en exceso, decadente antes de tiempo. Las imágenes post fama hablan por sí mismas de la reclusión que se autoimpuso. Hoy en día hasta borró de su cabeza el léxico del idioma inglés, como si hubiese formateado sus recuerdos de gloria. Canta en sueco y jura no recordar el significado de muchas palabras inglesas. Agnetha y Björn no soportaron la superposición del dinero y el amor. Su carrera solista, luego del divorcio, luego de ABBA, es más una fuga que una acción de independencia. Siempre me imantó la figura de Agnetha.