¿Qué hacemos con Facebook? Este juguete en red se ha puesto de moda y todavía no sabemos muy bien para qué sirve: su gran atractivo es ése, el uso aleatorio que cada uno ejerce de manera libérrima. Hay quienes aman las imágenes, las fotos, los videos y encuentran en Facebook una vía ideal para satisfacer su hambre visual. Hay iconoclastas (como yo) que están saturados de pixels y prefieren escribir y leer, leer y escribir, y así consecutivamente. Facebook también brinda herramientas para esta ansiedad esbozada en la instantaneidad del chat y prefabricada en la cocina de los blogs. Incluso compite palmo a palmo con
Twitter, dispuntándole el reino de la escritura casual y epigramática. Facebook disfruta de su curva ascendente mientras la blogósfera parece llegar a un techo de cantidad y calidad. Lástima ese tinte elitista de las invitaciones. Cuando Facebook sepa abrirse al gran público y los perfiles sean libres de lectura, ahí me rendiré. Por ahora no deja de ser un club cibernético.