Santo y seña
(Esto que sigue lo escribí en una "nota" en mi cuenta de Facebook, hace rato. Ahora me doy cuenta de que lo publiqué en el lugar equivocado. Era un tipico post para Los escombros)
¿Se puede bloggear en Facebook? No termino de entenderlo. Cuando uno visita una casa ajena, instantáneamente escanea el estilo del otro: cómo se viste, sus gestos, lo que le puede caer mal, lo que le puede caer bien. "Sea." (¿David Viñas sabrá que existe Facebook?) Pero en esta red no hay nada parecido a un estilo. Mucho menos en lo que a la escritura concierne. En un momento creí que conjugaba la espontaneidad de Twitter con la superficialidad de los fotologs. Me equivoqué. El usuario promedio de Facebook no tiene idea de lo que es "tuitear" aunque muchas veces imite esa pulsión epigramática. El usuario promedio ve fotos, comenta, y listo. Nada de potencialidad revolucionaria, nada de escritura automática, nada de nada. García Márquez anda por ahí, facebookeando, y si no es él sería muy fácil imitarlo. Insisto, ¿David Viñas sabrá de qué estamos hablando? Pongámosle que uno puede llegar a los 500 "amigos", a 1500, a 3000. Ahí residiría una buena base de datos "para competir con el registro civil", como anhelaba Balzac, y así garabatear un gran relato de la clase media-alta argentina modelo 2010. Una buena tarea para el próximo Viñas, para el próximo Turco Asís, una novela pletórica de enlaces de Facebook, el gran club de la web, el santo y seña de los ociosos. El verbo "bloggear", en todo caso, acaba de pasar al museo de la breve e intensa historia de la vida 2.0. El Facebook confirma que es tiempo de contraseñas y invitaciones, correlativas a las tarjetas magnéticas y los peajes que uno debe sortear para ingresar a los celosos edificios y comunidades cerradas. La libre entrada del blog, tan accesible a través de la puerta abierta de Google, nunca atrajo al "usuario promedio" de internet, que pasó del ICQ al MSN, y tras un breve paseo por los flogs recaló inevitablemente en esta red. No se puede bloggear en Facebook. El agua y el aceite nunca se mezclan.
¿Se puede bloggear en Facebook? No termino de entenderlo. Cuando uno visita una casa ajena, instantáneamente escanea el estilo del otro: cómo se viste, sus gestos, lo que le puede caer mal, lo que le puede caer bien. "Sea." (¿David Viñas sabrá que existe Facebook?) Pero en esta red no hay nada parecido a un estilo. Mucho menos en lo que a la escritura concierne. En un momento creí que conjugaba la espontaneidad de Twitter con la superficialidad de los fotologs. Me equivoqué. El usuario promedio de Facebook no tiene idea de lo que es "tuitear" aunque muchas veces imite esa pulsión epigramática. El usuario promedio ve fotos, comenta, y listo. Nada de potencialidad revolucionaria, nada de escritura automática, nada de nada. García Márquez anda por ahí, facebookeando, y si no es él sería muy fácil imitarlo. Insisto, ¿David Viñas sabrá de qué estamos hablando? Pongámosle que uno puede llegar a los 500 "amigos", a 1500, a 3000. Ahí residiría una buena base de datos "para competir con el registro civil", como anhelaba Balzac, y así garabatear un gran relato de la clase media-alta argentina modelo 2010. Una buena tarea para el próximo Viñas, para el próximo Turco Asís, una novela pletórica de enlaces de Facebook, el gran club de la web, el santo y seña de los ociosos. El verbo "bloggear", en todo caso, acaba de pasar al museo de la breve e intensa historia de la vida 2.0. El Facebook confirma que es tiempo de contraseñas y invitaciones, correlativas a las tarjetas magnéticas y los peajes que uno debe sortear para ingresar a los celosos edificios y comunidades cerradas. La libre entrada del blog, tan accesible a través de la puerta abierta de Google, nunca atrajo al "usuario promedio" de internet, que pasó del ICQ al MSN, y tras un breve paseo por los flogs recaló inevitablemente en esta red. No se puede bloggear en Facebook. El agua y el aceite nunca se mezclan.