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Los escombros

es el blog de Diego Suarez: los límites desdibujados entre lo público y lo privado

Nombres

Muchos Valentino, Camila, Joaquín, Abril, Zoe. Pocos Daniel, Fernando, Pablo, Alejandro, Carolina o Natalia. Así como mis padres me condenaron al anonimato perpetuo llamándome Diego (nombre que, adjunto a mi apellido, forma una perfecta variante de Juan Perez); los progenitores actuales insisten en seleccionar los nombres con más rating para endosárselos a sus hijos. Como si fuese el medio más fácil de identificar la edad de una generación, la población reproductora unifica sus criterios y propone un cambio frente a sus padres aunque no frente a sus pares.
El otro vector nominal, creo que en decadencia, es el de los nombres extranjeros. Doble movimiento, en el caso de los estratos más bajos, donde la tendencia anglosajona (esos increíbles Brian, Jonathan, Sheila, Daiana (!), Yésica, Denis) implica una latinoamericanización irrevocable. El resultado: un "Johnny Gutierrez" o un "Jennifer Soria" digno de cualquier colombiano o puertorriqueño que se precie de serlo. En todo caso, peores son las elecciones de las clases medias cuando intentan homenajear a algún bisabuelo inmigrante, arrastrado hasta estas tierras por el hambre, angustiado por el acoso de las guerras y la polenta con pajaritos como único menú. ¿Qué tributo deciden rendirle? Un espantoso Gianfranco, Giuliana, Agostina (y no Agustina, ojo), Iñaki... Una calcomanía en la luneta con la "E" de Euskadi o la "I" con los colores de la bandera italiana y listo, un linaje europeo (de cuarta) inventado. Como para dejar bien en claro que ningún nombre es inocente.

A la cuestión generacional cabría agregarle, quizá, la geográfica. Los lugares comunes con nombre y apellido se distribuyen en forma desigual en estrecha dependencia de la zona y sus múltiples determinaciones culturales. Por ejemplo: en necochea, las payasadas euskadi se multiplican al haber sido esta ciudad depositaria de gran parte de la inmigración proveniente de esa region. En rincón de los sauces (el nombre es lindo, pero la ciudad es horrenda) los padres, que en su mayoría son empleados de las empresas que extraen petroleo en la zona norte del neuquen, proliferan los Braian Machado, Maicol Gutierrez, etc. En la región central cordillerana, los nombres en mapuche copan la parada, se combinan con apellidos predominantemente de raigambre española y la contradicción es evidente; Nahuel Ordóñez (en mi barrio de 60 casas eramos 7 nahueles), por ejemplo.

por Blogger nahuel, a las 10:46 p. m.

   



¿Maicol? Esa es la verdadera vanguardia de los nombres... Sí, tenés razón, lo que pasa es que me condiciona ser porteño para pensar este tipo de cosas: Buenos Aires no tiene indígenas para reivindicar.

por Blogger Suarez, a las 7:20 p. m.

   



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